El centro histórico de San Petersburgo ha sido designado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Le llaman “La Venecia del norte”. Se sitúa en el noroeste de Rusia, en la costa del Mar Báltico, y es la segunda ciudad más importante del país. San Petersburgo destaca por sus “noches blancas” en mayo y junio, cuando el sol apenas se pierde bajo el horizonte.
Fue fundada en 1703 durante el mandato de Pedro el Grande al reconquistar Rusia la salida al mar de Suecia, para así reforzar la presencia en esa región, lo cual también dio lugar a una “ventana a Europa”.
Tomando como modelo a la ciudad de Venecia, se promovió la construcción de canales en vez de los puentes fijos sobre el río Neva, que baña esta ciudad. Numerosos arquitectos e ingenieros se involucraron en su construcción, las influencias de estilo barroco y neoclásico son evidentes.
En 1712 se transfirió la capital rusa a San Petersburgo, lo cual contribuyó a su florecimiento. La ciudad cambió de nombre varias veces: se llamó Petrogrado al entrar Rusia en 1914 en la Primera Guerra Mundial y luchar contra Alemania. En 1918 dejó de ser la capital y, posteriormente, en 1924 recibió el nombre de Leningrado, en honor al jefe revolucionario Vladímir Lenin.
Algunos edificios icónicos son la Plaza del Palacio, con el Palacio de Invierno y el edificio del Estado Mayor; la catedral de San Isaac y la catedral de Nuestra Señora de Kazán; el Almirantazgo y el cabo de la isla de Vasílievski. Mención aparte merece el Museo del Hermitage, ubicado en el centro de la ciudad, considerado uno de los mayores museos y pinacotecas del mundo. Cuenta con alrededor de tres millones de piezas que se exponen en más de 400 salas.
San Petersburgo es descrita como la capital cultural, artístico e intelectual de Rusia. En 1724, el mismo Pedro el Grande decretó la fundación de la Academia Rusa de las Ciencias. Los graduados de la Universidad de San Petersburgo incluyen a ocho laureados con el premio Nobel. La ciudad también es hogar de la Academia Imperial de las Artes, fundada en 1757, cuyos muros fueron testigos del florecimiento de la obra por parte de pintores renombrados como Karl Briulov e Iliá Repin.
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