El icono de Vladimir se ligó tan profundamente a la vida religiosa del pueblo ruso, que eventualmente se estableció costumbre de coronar delante de él los zares de Rusia.
Las referencias al icono de la Virgen de Vladimir se remontan a 1155, cuando el Patriarca de Constantinopla, Luc Chrysoberges, obsequió el ícono al príncipe Jorge Dolgorouky, quien lo colocó en el convento de Vychgorod, cerca de Kiev.
Posteriormente, el príncipe Jorge onfió el ícono a su hijo Andrés Bogolioubsky, quien se lo llevó a Vladimir y en 1160 lo colocó en la catedral de la Asunción, que había sido construida para este fin. El ícono fue llamado entonces Nuestra Señora de Vladimir.
El 13 de abril de 1185 un violento incendio destruyó la catedral, pero el icono se salvó milagrosamente. Tiempo después fue trasladado a la catedral del Kremlin, en Moscú.
En tres ocasiones, 1451, 1459 y 1480, los tártaros amenazaron de nuevo la ciudad. Y siempre, en tales circunstancias recurrieron a su querida Madre, veneraron su icono milagroso y la ciudad fue salvada.
En 1917 comenzó la revolución. En 1919, los comunistas, ya en el poder, sacaron el icono de la catedral de la Asunción a la galería de Tetryakov, museo de pintura rusa, situado muy cerca del Kremlin.
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